Nada se destruye, todo se transforma... Y llegado a este punto del año, inconstante en mis escritos como en casi todo, decido abordar el tema del reciclaje, obligado aprendizaje cuando desembarcas en un país en el que si no lo haces alguien se puede chivar y van y te castigan, como a los niños.
Empezamos por el autoconvencimiento para la abducción suiza con frases del tipo, 'este mundo se va a la mierda si no somos consecuentes y seguimos produciendo y destruyendo al ritmo que llevamos'. Bien, lo primero es saber qué voy a reciclar, el cristal, por supuesto, el plástico, papel, las cápsulas del café, la ropa... Entonces busco una caja para guardarlo todo en casa y tirarlo todo de una vez. Primera sorpresa, el principal supermercado de Suiza, Migros, una cooperativa creada en sus inicios por un buen hombre que pretendía ofrecer buenos precios a los trabajadores, te ofrece la opción de reciclar en el mega aparcamiento de su nueva tienda de Zug. Eso facilita mucho el esfuerzo. Descubro también que en el centro de la ciudad, junto a la estación de tren, hay un lugar enorme donde aparcas cómodamente, sacas tus 'basuras' del coche y todo está tan bien explicado que te da la risa, luego os explico por qué. Antes, trasmitiros mi sorpresa cuando en el interior de esta nave descubro una tienda con objetos en muy buen estado, desde menaje a libros, bicis y muebles, donde un grupo de 'desempleados' se gana la vida vendiendo lo que otros ya no quieren. Lo de la risa viene porque para ser una buena 'recicladora' tengo que separar el cristal según su color, el papel del cartón, incluidos el envoltorio del yoghurt, que ya está troquelado para facilitar desenfundarlo; y lo mejor de lo mejor, el plástico, tema del cual aún no me he enterado cien por cien, pues echad cuenta de cuántos tipos de plástico envasan todo lo que tenemos en casa, una barbaridad de la cual quedan excluidos los tetrabricks, que todavía no sé bien dónde van.
La basura orgánica es otro cantar y un cubo aparte en casa y otro en la calle, ahí va todo lo que después será compost, humus y abono para los jardines de la ciudad, etc. Lo que más me fascina es saber que el aluminio de las latas se empleará para calentar la universidad. Total, que llenar la bolsa de basura normal, que cuesta unos 3 euros y tiene el nombre de la ciudad para evitar que otros municipios puedan venir aquí a tirarlas, por eso de que los impuestos son más bajos, se hace difícil y en ella tiras lo que no tiene catalogación. Y lo que más me repatea es que el basurero pueda mirar en tus bolsas, si es que encuentra papeles o sobres con tu nombre y dirección, entonces te envían una carta amable para que te enmiendes y a la siguiente que te descubran, una multa de no sé cuántos cientos de francos. Penalización también por tirar una colilla o una lata en la ciudad, cien francos, que te recuerdan constantemente unos carteles que parece como si tuvieran patas y te siguieran a cada paso. En fin, que no te queda otra que seguir las normas, que no sé si es obligado para que el ser humano sea cívico y ciudadano, lo que me produce pensamientos encontrados.
De poco serviría que la gente estuviera tan concienciada si después todos usáramos el coche. Excepto los muchos nuevo ricos que gastan rueda y combustible y lo hacen visible con sus coloridos y estruendosos coches, la mayoría usa las piernas, el transporte público, tan exacto en tiempos como lo es el ciclo de la luna, o la bicicleta, Una razón de peso es que el parking cuesta un ojo de la cara, así que mi forma física está mejorando por momentos.
Y como colofón a este post, deciros que pienso reciclar cada uno de los buenos momentos del año 2103 en muchos de los cuales estáis vosotros, para aprovecharlos en el que viene. El resto, los malos, directos al saco que abandonaré el último segundo del 2013 sin mirar atrás. ¡Feliz Navidad y un gran 2014, con salud y mucho amor!